Filosofía Corporativa

Misión

Ser una institución auto sustentable, que cubra el ciclo de vida para niños, jóvenes y adultos con síndrome de down y retardo mental, educables y/o entrenables, para alcanzar su independencia y valorar su capacidad adaptativa a través de la felicidad, bajo un esquema sistemático e integral, involucrando a la familia y la sociedad.

Visión

Llegar a ser la mejor institución en la atención a niños, jóvenes y adultos con síndrome de down y retardo mental de Latinoamérica en los próximos cinco años.

Desarrollando todas las actividades que permitan atender las aspiraciones y requerimientos de los niños, jóvenes y adultos con necesidades especiales, celebrando convenios de cooperación con instituciones académicas de excelencia y organismos nacionales e internacionales, investigando, planificando y desarrollando proyectos.

Brindando consultoría, asesoramiento y capacitación en el campo de la educación especial. Administrando los fondos patrimoniales y en general los fondos que recibiera (la Fundación) para el financiamiento de los programas específicos.

Realizando campañas de recaudación de fondos, única y exclusivamente para el cumplimiento de los objetivos de la fundación, desarrollando acciones encaminadas a los sectores (alumnos) de escasos recursos económicos.

Estableciendo mecanismos de coordinación y supervisión con el Ministerio de Bienestar Social.

martes, 20 de marzo de 2012

Dios nunca se equivoca


Por Eliana Tardío (Estados Unidos)
El síndrome de Down no es una noticia agradable para nadie o, bueno, quizás para la mayoría de nosotros. Yo siempre recuerdo el momento en que me comunicaron el diagnóstico de mi hijo, y una y mil veces vuelvo a sentir ese nudo en la garganta y ese frío en el estómago. Duele mucho sentirte tan impotente y, en cuestión de segundos, pasar de la alegría inmensa de convertirte en madre a la desesperación intensa de no saber qué esperar del futuro de ese hijo que tanto amas. No en vano se describe el nacimiento de un hijo con discapacidad como la muerte del hijo esperado y el renacimiento del hijo que a uno le envía Dios.

Con un hijo con sindrome de Down yo pensé que ya en la vida lo había vivido todo. Mi hijo nació el 29 de abril del 2004 y después de la tristeza, vino la aceptación, el amor, la alegría y el crecimiento. Juntos aprendimos muchas cosas porque, mientras mi hijo aprendía a comer, yo aprendía a alimentarlo, mientras aprendía a dormir yo aprendí a soñar; y a medida que iba creciendo, yo aprendí a tener fe y los resultados fueron los más maravillosos que nunca otra experiencia menos que perfecta me haya podido enseñar.

Emir se convirtió en el líder de mi alma y así soñé con un día escribirle un libro, dedicarle una canción, ser la madre ideal. Y poco a poco cada uno de mis sueños se fueron convirtiendo en realidad, porque si él teniendo síndrome de Down podía cumplirlo todo, ¿por qué yo no?

Cuando Emir estaba cerca de los 3 años decidimos darle el regalo más valioso que pueden hacer una mamá y un papá: darle un hermanito. Y antes de encargarla se la pedí a Dios: primero niña, perfecta, feliz, sana. Y cuando me disponía a pedirle que no naciera con síndrome de Down... se me cortó la voz y le dejé a Dios la voluntad de su condición.

El 26 de febrero del 2007 nació Ayelen, mi niña perfecta, mi alegría, nació sana, gorda, hasta me atrevo a decir que nació sonriendo. El único detalle fue que también nació con síndrome de Down.

Un par de semanas fueron suficientes para entender que Dios nunca se equivoca y que cuando pedí la hija perfecta y la hermana perfecta, se hizo su voluntad cuando le dio vida a Ayelen. Mis hijos son los mejores amigos, los hermanos perfectos, imperfectos para el mundo, pero perfectos para mí. Los amo con locura, me río con ellos, lloro con ellos, los veo darse un beso, darse un abrazo o los escucho conversar y es un permanente recordatorio para mí de que Dios nunca se equivocó.

Junto a ellos comencé a soñar nuevos sueños, sueños más amplios donde existen otros seres humanos que viven experiencias similares y sonríen por las mismas cosas que nosotros y son felices con los mismos hijos con los que Dios no bendijo a mi esposo y a mí.

Mi gorda hoy tiene 3 añitos recién cumplidos y Emir ya está terminando los 5, son compañeros de clase hasta que Emir cumpla los 6 y pase a kinder, y están viviendo una de las experiencias mas bonitas que da el Amor, que es la de compartir hasta el autobús!

De las quejas que recibo de la Maestra me quedo con la de que no duermen si no se toman de la mano, de que Ayelen no quiere limpiar y llama a Emir para que recoja sus juguetes y que hablan mucho en secreto y ríen mucho... y bueno, sé que no es lo perfecto ni lo ideal, pero me da tanta alegría mirar atrás y recordar el temor a lo desconocido... Y ahora que lo vivo cada día, disfrutar tanto de verlos hacer cosas que nunca imaginé. Pronto los separarán de aula, así que mientras tanto, cada día es una oportunidad para reír de sus aventuras juntos y llenarme de orgullo cuando la maestra me dice lo mucho que los quiere y lo colaboradores y compañeros que son el uno con el otro y con los demás.

Y así, la vida sigue avanzando y cada nuevo día es una nueva experiencia y una nueva oportunidad.

No sé qué pasará en el futuro, pero vivo con la firme convicción de que Dios nunca se equivoca y que me envió los hijos perfectos, y que le regaló a mi vida un hermosa misión.

Nota: Tomado del Portal Down 21

1 comentario:

  1. Amigos de Fundación El Triángulo este testimonio sacudió mi corazón, pues al enterarnos que mi hijo iba a nacer con Síndrome de Down, nofaltó quien sugurió que "suspenda" el embarazo, mi marido y yo decidimos que no, que le daríamos vida a ese ser que Dios nos enviaba, hoy en día 9 años más tarde, compartimos con mi pequeño Enmanuel el milagro de la vida, compartimos sus problemas, sus alegrías, sus dificultades, somos los 3 y no hay día en que no agradezca a Dios por tener el hijo que tengo, Él me lo mandó y Él me ayudará a que el mundo le brinde calidad de vida.

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